El lunes recibimos a los alumnos de ESO y Bachillerato para caminar juntos un nuevo curso; pensando en su vuelta a las aulas no puedo evitar sentirme inquieta. Debe ser algo parecido a las mariposas en el estómago que revolotean dentro en un actor cuando llega el día del estreno.
Está todo preparado, aulas, materiales, ideas, proyectos, programaciones… en unos días estaremos en marcha, inmersos en el curso y bromearemos diciendo lo rápido que olvidamos que estuvimos de vacaciones.
Pero en esta profesión nuestra, cada curso, cada día, están dirigidos por las personas con las que vamos a trabajar, por las relaciones que se establecen, por las emociones que se provocan o por las que cada uno de nosotros llevamos al entrar en el aula. Por eso, ahora que aparentemente está todo organizado siento que necesito preguntarme si estoy preparada yo, si están preparados mis alumnos y sus padres… ¿Estamos preparados para vivir juntos el proceso? Porque lo que pase a partir del lunes dependerá mucho más de nosotros que de programaciones, recursos o materiales…
Jornada de reflexión
Necesito dejar la burocracia a un lado y tener una jornada de reflexión sin pensar en biología o música, sin buscar cómo enfocar el tema 7 o enredarme con las rúbricas o las calificaciones. Necesito pensar en mí, responderme:
¿Qué quiero que ocurra en mi aula?:
- ¿Que estén muy atentos?
- ¿Que se lo pasen bien?
- ¿Que saquen muy buenas notas?
- ¿Que lo entiendan todo?
- ¿Que acabemos la programación?
- ¿Que trabajen en equipo?
- ¿Que hagamos cosas nuevas, que innovemos?
- ¿Que los padres se impliquen?
- ¿Que no se desanimen?
Está claro que el objetivo al entrar en un aula es el aprendizaje, el suyo y el mío… si no aprendemos todos esto no funciona (no descubro nada nuevo, si alguien no lo ha descubierto todavía tiene que ser muy duro y muy triste su trabajo) pero hoy tengo el día revuelto y me gustaría establecer prioridades y prepararme para asumir la parte de tarea que me corresponde:
- Quiero empezar el curso manteniendo el equilibrio entre mis ilusiones y mi tolerancia a la frustración. Ver que las cosas no salen como quieres y no estar preparada para ello puede conducir a la apatía y como no concibo esta profesión sin ilusión sería un precio que no me puedo permitir.
- Quiero ser capaz de descubrir lo que mis alumnos no son o no quieren ser, lo que no saben o no pueden llegar a saber. Tal vez así entienda mejor el esfuerzo que les pedimos al pretender que todos caminen en la misma dirección.
- Quiero convencer a los alumnos de que no les voy a tratar a todos igual porque no son iguales; de que lo que les hace iguales en derechos y deberes es el hecho de ser personas, pero que lo más grande que tienen como personas es que son diferentes unos de otros. Quiero ganarme su respeto y que no comparen lo que hago con uno o con otro porque sientan que cada uno en su diferencia han sido bien atendidos y justamente evaluados.
- Quiero que mis alumnos y sus padres sientan lo que les necesito para cumplir mis objetivos. Me gustaría que conociesen antes lo que no sé que lo que sé. Quiero ser capaz de decirles lo que aprendo de ellos para que sean capaces de reconocer lo que aprenden de sus compañeros, de sus padres e incluso de mí.
- Quiero que en mi clase pasen cosas que no puedo programar, que si algo nos interesa le dediquemos el tiempo que no tenemos. Quiero ser valiente para no engañarme ocupando su tiempo y su esfuerzo con algo que noto que no va a dar fruto.
Sigo en jornada de reflexión, pensando en lo que puedo hacer para estar preparada para este curso. Soy consciente de que cometeré muchos errores, no he encontrado todavía la fórmula para cumplir mi programación personal. Tengo mucho que aprender ¿alguien me puede enseñar a programar emociones?
Imagen: María Verdugo Althöfer